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 OCTOBER EQUUS: “Charybdis” (2008)

Temas

  1. Architeuthis Dux (3:46)
  2. Frozen Sea (7:22)
  3. Trylobites (2:51)
  4. Fata Morgana (4:59)
  5. Unknown Pilot (3:21)
  6. Forgotten Sirens (2:49)
  7. Abyssal (3:32)
  8. Thera (3:35)
  9. Niarsek (4:26)
  10. Charybdis (5:58)
  11. Helgoland (3:43)

Integrantes

  • Ángel Ontalva: guitarra
  • Víctor Rodríguez: teclados
  • Amanda Pazos: bajo
  • José Varela: batería

Colaboradores – Francisco Mangas (saxos en 1, 2, 4, 10, 11), Tom Zunk (waterphone en 5)

October Equus vuelve a la carga en este año 2008 para seguir aportando su valiosa propuesta musical en el contexto de la vanguardia progresiva contemporánea. Si dos años atrás la banda estableció un punto de partida donde predominaban las sonoridades robustas y los climas de talante épico enmarcados bajo un esquema general RIO a lo Present-con-Henry Cow, ahora el grupo opta por

dar más espacio a las texturas y matices, haciendo que los pasajes fuertes estén casi siempre en función del desarrollo que las capas sonoras deban asumir

en cada momento específico. No se trata de un disco suave, sino de un disco que

reformula la fuerza sonora inherente a la propuesta musical del grupo: la línea

de trabajo RIO se empapa abundantemente de cadencias y atmósferas jazzeras, e incluso explora campos de lirismo e introspección con más fruición que nunca antes. Aunque puedo permitirme evocar coincidencias con los aportes de bandas como Birdsongs of the Mesozoic o Thinking Plague, pero a fin de cuentas, October Equus es una banda con un sonido propio y maduro.

El disco comienza con ‘Architeuthis Dux’, tema imponente cuya fuerza natural se

despliega de manera inteligentemente armada sobre el desafiante esquema rítmico: el saxo de Mangas interviene como un efectivo recurso de colorido, tanto aquí como en los demás temas donde aparece. El factor jazzero es manejado

desde el aspecto de matices, lo cual supone un buen contrapunto a los predominantes pasajes de tenor más fastuoso. ‘Frozen Sea’ emite radiaciones más

melancólicas con esas cortinas sombríamente grisáceas de órgano que nunca llegan a hacerse verídicamente tétricas; más adelante, cuando la pieza entra a un momento más extrovertido, marcan el liderazgo de lo jazzero (estilo Canterbury con una dosis extra de densidad) a la hora de estructurar este momentum, el mismo que al final encuentra un oportuno broche con un breve reprise del introspectivo motivo inicial. ‘Trylobites’ es una pieza no tan larga que se concentra en ambientes flotantes, que no exentos de una dosis de disonancia aventurera que apelan a una suerte de tensión controlada. ‘Fata Morgana’ prosigue por los renovadores aires jazzeros manejados por el grupo: la

pieza oscila entre un cálido motivo en 6/8 que suena a un híbrido entre Yugen y

el primer Henry Cow, y un cuerpo central que suena como un vendaval de músculo y disonancia donde se dibuja una muy fina línea entre el control bizarro y el caos. ‘Unknown Pilot’ es un muy inspirado ejercicio de lirismo vanguardista: a pesar de no tener nada que ver con el estándar sinfónico, se respira en esta pieza un espíritu de control inteligente que se me hace emparentado con la cámara moderna. No me hubiese molestado que durase más de los 3’21” que este repertorio les tenía proyectados, pero la decisión artística está del lado del creador y los arregladores. ‘Forgotten Sirens’, composición de Amanda Pazos, es

una pieza tremendamente muscular (en su mayor parte, pues también cuenta con una sección un poco más tirada hacia lo etéreo al llegar al final), muy a lo Present aunque con el sello de October Equus claramente marcado en ella. Una vez más… ?por qué tiene que durar una pieza tan atractiva como ésta tan solo 2 ¾ minutos? En fin… ‘Abyssal’ nos devuelve a la faceta más lánguida de October Equus, sabiamente manejada con esos elementos de tensión y tenebrismo que ya habían ocupado un rol primordial y esencial en el disco debut – en el contexto de este disco, sin embargo, ‘Abyssal’ encaja muy bien dentro del esquema de trabajo más controlado. ‘Thera’ va por un sendero muy similar, incluso ahondando en lo etéreo, lo cual resulta muy efectivo cuando emergen esos breves

momentos de intensificación de la energía sonora. Los retazos dibujados por la guitarra de Ontalva adquieren una presencia magnífica dentro del bloque instrumental global. ?El oyente quiere ahora algo de la tensión contundentemente oscura del primer disco? Pues que siga esperando, pues ‘Niarsek’, pieza compuesta al alimón por Varela y Rodríguez, nos hace evocar una travesía por los parajes más reposados de la mente: las dominantes orquestaciones de teclado transmiten muy bien esa aureola contemplativa que en el género progresivo se explota tan bien en las composiciones de línea ceremoniosa. La pieza homónima, que completa una duración de casi 6 minutos, establece una vez más esa bien articulada combinación de vanguardia jazzera y RIO que October Equus ha manejado en los temas 1 y 4. ‘Helgoland’ es el epílogo

que retoma la faceta reposada del grupo, jugando con una progresión armónica sencilla: la sección de piano es manejada con espartana delicadeza, mientras que el solo final de guitarra (creo que es una guitarra) se explaya en fraseos sumamente diestros (la pirotecnia se ahoga finalmente en el fade-out… !demasiado pronto!).

A pesar de mis reservas personales sobre la corta duración de algunas piezas, sería falaz de mi parte afirmar o siquiera insinuar que el repertorio de “Charybdis” no está bien integrado en una cohesión interna bien llevada. La verdad que “Charybdis” es un disco fantástico de progresivo vanguardista, el cual muestra a un October Equus que afianza su propia voz musical de manera convincente a la vez que la renueva con un trabajo de texturas y ambientes distintos a los que imperaban en su homónimo disco debut.

César Mendoza

Creada en 1997. ©José Manuel Iñesta. Alojada en el Depto. de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Alicante, España.

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