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LA LISTA DE CORREO HISPANO-PARLANTE SOBRE ROCK PROGRESIVO Y SINFÓNICO 
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 ATOLL: “L’Araignée-Mal” (1975)

Temas

  1. Le Photographe Exorciste
  2. Gazotte No.1
  3. Le Voleur d'Extase
  4. L-Araignée-Mal [a) Imaginez le Temps ; b) L’Araignée-Mal ; c) les Robots Débiles ; d) la Cimitière de Plastique]

Integrantes

  • Richard Aubert: violín
  • Andre Balzer: voz, percusión
  • Christian Beya: guitarras
  • Alain Gozzo: batería, percusión
  • Michel Taillet: teclados
  • Jean Luc Thillot: bajo

“L’Araignée-Mal” es una de las obras cumbre dentro de la tradición del progresivo francés, comencemos por ahí. El grupo Atoll, que ahora pasó de quinteto a sexteto tras el ingreso del violinista Richard Aubert, gestó en su segundo disco un trabajo pletórico de intensidad ígnea y dinamismo apabullante, un disco en el cual la potencia de la sección rítmica adquiere un nivel de eminencia, los solos de guitarra y violín fluyen como torrentes de magma y los teclados llenan constantemente los espacios con inigualable frenesí. Atoll grabó un primer disco parcialmente influido por Ange en su vertiente más campechana (a diferencia de Mona Lisa, que dio prioridad a la herencia propiamente sinfónica de la misma banda seminal), y ahora dio un paso más allá: reforzó la energía propia de su faceta rockera y, sobre todo, añadió incontables colores y cadencias del jazz-rock de vanguardia, al estilo de Mahavishnu Orchestra con sazones de Return to Forever. Para este disco, Atoll usó lo rockero para crear densidad y lo jazzero para crear intensidad. Siendo Andre Blazer un vocalista carismático y afanoso, es curioso que este disco dé tanta cabida a lo instrumental, con tantos jams de lujo: Blazer, a fin de no desaparecer en medio de este torrente sonoro, presta ayuda como percusionista adicional en los diversos momentos en los que no canta.

El soliloquio ceremonioso y siniestro con que empieza ‘Le Photographe Exorciste’, el tema de apertura, se instala sobre una persistente y sólida ambientación cósmica, donde confluyen las influencias de la psicodelia floydiana y los ambientes mágicamente perturbadores del “Larks’ Tongues in Aspic” de KC. Esta pieza señala una afinidad muy especial con lo que por aquel entonces venían haciendo los noveles Pulsar. Luego viene un instrumental de corte netamente fusión, basado en dos jams sucesivos que se sienten tremendamente explosivos: el violín y el sintetizador arden literalmente en llamas, de tal manera que Beya debe esforzarse el doble para permitir que sus fraseos de guitarra se hagan notar en medio del incendio musical. ‘’ de Mahavishnu con ‘Sound Chaser’ de Yes: estas coordenadas servirán para ubicar teóricamente el sentimiento de esta pieza. ‘Le Voleur d'Extase’ comienza como una semi-balada de corte bucólico y sereno, sin caer nunca en la languidez, en cierto modo siguiendo el parámetro de la faceta más sutil de Yes y Genesis, pero bien pronto encontramos a la banda explorando nuevamente el jazz-rock trepidante. La segunda mitad del disco está ocupada por la suite que lleva el mismo título del disco. El flujo que atraviesa los senderos de las cuatro partes de la suite se muestra bastante consistente. La primera parte comienza con juegos percusivos y retazos de violín que poco a poco van elaborando una base para la entrada del piano eléctrico, primero, y el ensamble entero, después. El motivo central resulta ser bastante etéreo, más tirado hacia una mezcla de Pink Floyd y Camel, un poco de rock sereno para variar. La segunda parte lleva el mismo título que la suite y el álbum. El motivo de 7/8 llevado sobre los hombros del piano eléctrico mantiene inicialmente la serenidad lírica de la sección precedente, para ir gradualmente subiendo de intensidad. Todo va elevando su volumen – los ornamentos de sintetizador y guitarra, la batería, el canto. Mientras se van desvaneciendo los arpegios de sintetizador, emerge una base de clavinet para dar inicio a la tercera sección, la cual está más definida hacia una combinación de ambientes espaciales y fusionescas: muy afín a Carpe Diem. La última sección, dado que es la encargada de aportar el clímax a la suite, naturalmente está ambientada con una aureola fastuosa, casi dramática. A pesar de su escasa letra, logra transmitir una inquietud impetuosa de manera contundente. Después de elaborar un paisaje sinfónico por más de 4 minutos, el motivo final encuentra a la banda, una vez más, explorando sus iniciativas fusionescas hasta llegar al final definitivo.

En fin, solo puedo deshacerme en elogios para con este disco, “L’Araignée-Mal”, una labor que sitúa a Atoll en un sitial importante dentro de la tradición progresiva europea. Tal como dije al inicio de esta reseña, se trata de una obra definitiva del progresivo francés setentero, un catálogo de ideas musicales macizas y bien maduradas, una pieza de colección única para conocedores sibaritas del género progresivo.

César Mendoza

Creada en 1997. ©José Manuel Iñesta. Alojada en el Depto. de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Alicante, España.

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