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 MILES DAVIS: "Aura" (1989)

Listado de temas:

  1. Intro (4:27)
  2. White (6:07)
  3. Yellow (6:49)
  4. Orange (8:36)
  5. Red (6:05)
  6. Green (8:16)
  7. Blue (6:37)
  8. Electric Red (4:18)
  9. Indigo (6:01)
  10. Violet (9:02)

Músicos:

  • Miles Davis: trompeta.
  • Bjarne Roupe: guitarra eléctrica.
  • John McLaughlin: guitarra eléctrica en 1, 4 y 10.
  • Ole Koch-Hansen, Kenneth Knudsen: teclados.
  • Thomas Clausen: teclados, piano acústico en 9.
  • Bo Stief: bajo frettles y solo en 6.
  • Nield Henning-Oersted Pedersen: bajo acústico en 6 y 9.
  • Lennart Gruvstedt: batería.
  • Vince Wilburn: batería eléctrica.
  • Marilyn Mazur, Ethan Weisgaard: percusión.
  • Lillian Towrnquist: arpa.
  • Eva Thaysen: vocales.
  • Niels Eje: oboe, corno inglés.
  • Benny Rosenfeld, Palle Bolvig, Jens Winther, Perry Knudsen, Idrees Sulieman: trompeta y flugelhorn.
  • Vincent Nilsson, Jens Engel, Ture Larsen: trombón.
  • Ole Kurt Jensen: trombón bajo.
  • Axel Windfeld: trombón bajo y tuba.
  • Jesper Thilo, Per Carsten, Uffe Karskov, Bent Jaedig,
  • Flemming Madsen: saxos, flautas.
  • Palle Mikkelborg: trompeta y flugelhorn adicionales.

Composición: Palle Mikkelborg.

Grabado en Copenhague, Dinamarca.

Mucho es lo que le debemos a Miles Davis por su extraordinario trabajo en la música y por su particular visión de lo que pudo lograr por medio de ella. Si bien al leer su nombre se lo asocia inmediatamente con la música de jazz, no nos olvidemos que él fue denominado el padre de lo que luego se llamó (y mal criticó, por cierto) jazz rock, generando una saludable renovación en la música

en general, sin desmerecer en absoluto lo que muchos músicos de jazz y de rock venían y siguen haciendo.

Durante la década del 80 se consagró a realizar diversos trabajos, dando énfasis a los sonidos de sintetizadores, guitarras y baterías electrónicas, siempre alrededor de su inconfundible trompeta, dejando obras muy valiosas como

la que ahora comento. “Aura” se trata de una auténtica obra conceptual, inspirada en los colores del arco iris y enmarcada en elementos del jazz y del rock fusionados con la música electrónica y clásica. El compositor y responsable de esto, el trompetista danés Palle Mikkelborg, quiso homenajear a Davis y lo invitó para que encabezara ésta propuesta, a lo que Miles evidentemente aceptó con sumo interés. Además, fue el reencuentro del músico norteamericano con el guitarrista inglés John McLaughlin (Participó con Davis en la grabación de “Bitches Brew” y “In a Silent Way”, además de ser el fundador y líder de un grupo de virtuosos llamado Mahavishnu Orchestra), junto con la participación de músicos dinamarqueses, en algunos casos, grandes nombres que hacen que no nos quede otra que ponernos de pie (Por ej.: el contrabajista

Nield Henning-Oersted Pedersen, colaborador –entre otros- de un grande del jazz, Oscar Peterson). Éste trabajo se grabó en 1984 y vio su edición cinco años después, dos antes de que Miles falleciera.

Éste disco da comienza con “Intro”, en el que un sintetizador instala una base climática –lo que será una constante durante toda la obra- sobre la que una guitarra eléctrica desliza algunas notas con efecto de eco. Segundos después se

escucha un conjunto eléctrico que brevemente reseña el espíritu de todo el proyecto. Éste trabajo va más allá de cualquier referencia “impresionista”, aún

cuando éste término le caiga de maravillas.

“White”, tono formado por los siete colores del arco iris, arranca con la trompeta asordinada de Davis a secas, sin acompañamiento. Enseguida, un teclado

instala otra base sobre la que Miles dirá muchas cosas desde su instrumento, todo enmarcado en un tema de corte eléctrico cercano a trabajos como los de los

hermanos Stockhausen o de Tangerine Dream. Por momentos, la música inspira una atmósfera entre introspectiva y misteriosa, una sensación que no se dejará de percibir hasta el final.

Las cuerdas de un arpa en “Yellow” –una interesante mini suite- hacen que otros

instrumentos se animen a colaborar, incluyendo un coro de bronces que serán los

verdaderos protagonistas, mientras la trompeta de Miles apenas sugiere variedades. Los sintetizadores hacen gala de su capacidad, aunque aquí no hay lugar para velocidades a lo Wakeman ni disonancias como las de Joe Zawinul, dado que la música propone precisamente que “contemplemos” auditivamente –si vale la expresión- las distintas tonalidades sonoras que se van sucediendo.

“Orange” tiene un motivo mucho más festivo, haciendo recordar a otros discos de

Miles como “Decoy” y “You’re Under Arrest”. John McLaughlin hace sonar su guitarra con la extraordinaria digitación de siempre, aunque sin abusos. Davis sigue después, mitad con sordina, mitad con la trompeta en toda su plenitud. Por ahí el tema cambia de rítmica, tornándose en algo parecido a una persecución policial, con los bronces acompañando los climas de los teclados y de la banda en general. Notable el sonido de la batería electrónica (A cargo del sobrino de Davis, Vince Wilburn), que sirve de apoyo fundamental para todo el resto.

“Red” trae, por así decir, nuevamente la seriedad al trabajo, repitiendo otra vez el motivo escuchado en “Intro” pasada la mitad del tema. Es interesante que

el coro de bronces, aún en su papel de acompañante, se destaque en los diversos

ítems de toda ésta obra, sin caer en redundancias propias de las orquestas de swing de décadas pasadas, aportando climas tan ajustados que dan la impresión que ni los instrumentos electrónicos logran. Aclaro que no se trata de una obra

compuesta para una big band, sino que más bien es un trabajo de una banda y orquesta matizando el trabajo de un instrumento solista, aunque éste último concepto no es tampoco del todo cierto.

“Green”, con Bo Stief solo en bajo eléctrico desgranando bellísimas notas que el mismo Jaco Pastorius hubiese querido tocar. Miles toma la posta otra vez con

su instrumento asordinado, mientras el gran Pedersen desde su contrabajo sencillamente “te acuesta”. Un hermoso contraste entre lo eléctrico y acústico,

mientras otro colchón sonoro desde un teclado junto a una casi imperceptible voz femenina enmarca éste hipnotizante diálogo. Increíble.

“Blue” aporta otra rítmica alegre –aunque diferente a “Orange”-, dando lugar a que la trompeta líder se exprese en su plenitud durante todo el tema. Prestar atención al sutil trabajo percusivo de Marilyn Mazur, como así también a la forma en que éste tema concluye en una suerte de juego entre sonidos orquestales y una pequeña improvisación de Miles.

“Electric Red” repite el motivo de “Red”, aunque la sensación es más oscura, opresiva y densa. Pareciera que no tiene sentido incorporar ésta pieza, aunque en realidad es todo lo contrario.

El piano rápido y por momentos nervioso de Thomas Clausen en “Indigo” enmarca el único tema en donde un trío de jazz se deja llevar por la improvisación, siendo éste también donde Davis no participa. Ni falta que hace. Pedersen en contrabajo y Lennart Gruvstedt en batería siguen los lineamientos que el piano dicta, acompañados también por Mazur en percusión –prestar atención: increíble el trabajo que aquí hace-, y todos dan la impresión de que se divierten en serio. De tanto en tanto algún trasfondo de bronces o de teclados nos hacen recordar que es una pieza dentro de un concepto, con algunos sonidos que recuerdan al Chick Corea del Return to Forever.

“Violet” propone densidad, pero enseguida Davis y McLaughlin lo desmienten. Ninguno de los dos plantea fraseos abusivos, sino que dialogan con tranquilidad, como dos amigos que se dedican a una simple charla en medio de un

viaje. Claro que McLaughlin no puede dejar de hacer alguna de sus piruetas, pero se cuida de no forzar el final de ésta obra en una estridencia insoportable. El resto de la banda se destaca por su sola compañía, como un solo protagonista que admira a éstos dos monstruos de la música. Concluyen serenamente, tal vez con la esperanza de que otra vez pueda brindarse un viaje tan interesante como éste.

No hay dudas de que se trata de una obra maestra, mucho más accesible que otra gema (Comentada también en LCDM) recién nombrada, “In A Silent Way”, cuya densidad puede probar la paciencia de más de uno, a pesar de lo extraordinaria que es. “Aura” es un trabajo digno de ir descubriendo de a poco, porque la música debe ser así: disfrutada con espacios de tiempo que permitan escudriñarla y valorarla en su plenitud.

Un dato: éste disco ganó el Grammy a la mejor perfomance de jazz instrumental en 1989. Merecidísimo, por cierto.

Saludos a todos y, por supuesto, buena música.

Eduardo Norris (Rafaela, Santa Fe, Argentina)

Creada en 1997. ©José Manuel Iñesta. Alojada en el Depto. de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Alicante, España.

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