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 CLEARLIGHT: “Clearlight Symphony” (1973)

Temas

  1. 1st Movement
  2. 2nd Movement

  • Cyril Verdeaux: teclados, sintetizador bajo, mellotron, gong Colaboradores – Gilbert Artman (batería, vibráfono, percusión), Tim Blake (sintetizador, trompeta, percusión en 1), Christian Boulé (guitarra en 2), Steve Hillage (guitarra en 1), Martin Isaacs (bajo en 2), Didier Malherbe (saxo tenor en 1)

Clearlight (más que un grupo, un proyecto colectivo liderado por la visión del teclista francés Cyril Verdeaux) es uno de los nombres clave dentro de la tradición añeja del progresivo de tendencia cósmica – “Clearlight Symphony” es precisamente el disco con el que todo comenzó. Como se puede ver en los créditos, una parte importante del personal de Gong está presente dentro de este proyecto, y ciertamente eso debe indicar la intención precisa y dedicación de Verdeaux por darle una dimensión patentemente espacial y arrebatadoramente hipnótica a sus ideas musicales. Verdeaux exhibe una excelsa pulcritud en sus ejecuciones (principalmente en el piano de cola y el mellotron), lo cual revela una familiaridad cercana con la estilización propia de la música académica: pero Verdeaux utiliza este recuro técnico como pista de despegue desde el cual se eleva hacia latitudes espirituales más cercanas a la experimentación vanguardista con base de jazz fusión que al sinfonismo estandarizado.

Lo dos movimientos que conforman el repertorio duran casi 20 ¾ minutos. El primero de éstos comienza con convincentes acordes de piano, los cuales no demoran mucho en articularse en un motivo básico para las expansiones de dos jams sucesivos a través de los primeros 5 minuto y medio. La guitarra y el saxo aparecen para ornamentar de colores aleatorios el sonido del ensamble, el cual halla un referente más permanente en el sintetizador. El piano y el órgano se reparten los solos. A partir del sexto minuto el asunto pasa a una sección más plenamente jazzera, afín al sonido Cantebury en varios aspectos, antes de volver a un nuevo motivo de piano. Es justo en esta instancia que la guitarra de Hillage empieza a asumir un protagonismo esencial, aunque Hillage no se desborda en sus fraseos, los mantiene ligados a las pulsaciones sólidas de la sección rítmica y las capas de mellotron y sintetizador. En el minuto 12 emerge un caos alucinado, resuelto por el piano, desdoblado en dislocados arpegios y la retoma del motivo inicial. Más adelante tenemos un estupendo solo de saxo. Los últimos minutos están ocupados por una sección majestuosa en la que el mellotron coral asume un rol casi épico: el sonido paulatinamente atenuado de los arpegios de órgano se hacen sentir como una llama que se va apagando inexorablemente. El segundo Movimiento comienza con una evocativa melodía elaborada sobriamente por la dupla de piano y mellotron. La aparición sucesiva de armonías de sintetizador y trompeta, ornamentos espaciales de sintetizador y sutiles escalas de guitarra elaboran una delicada arquitectura orquestal que va desde una candidez sinfónica introspectiva hasta una ambientación más intensa que nos recuerda extrañamente a un versión más etérea de Magma, para llegar a un caos inquietante y moderadamente chillón poco antes de llegar al quinto minuto, algo así como un batallón de fuerzas espirituales que busca retar a la menta a despertar a una dimensión diferente. El factor de una prácticamente inexistente sección rítmica permite que los trasfondos de teclado y las bases del persistente piano gocen de una mayor libertad en cuanto al timbre. Este segundo movimiento porta una aureola más patentemente mística que la precedente, pero no nos engañemos, no se trata de un anticipo de lo que luego habrá de llamarse “new age”. Elementos tales como el vilmente alucinado solo de guitarra del minuto 8 y la misteriosa sección étnica que emerge entre los 15’30” y 16’30” crean una efectiva tensión de contrastes frente a otros pasajes rebosantes de conmovedora belleza (mayormente dominados por el piano). Los últimos dos minutos llevan a un clímax onírico de alto vuelo, oportunamente sellado por un cierre cósmico.

“Clearlight Symphony” es un discazo, una obra maestra. En muchos aspectos, se puede afirmar que Verdeaux se puso un listón insuperable con este disco debut, pero a fin de cuentas, esta gema no es sino la primera de muchas que Clearlight habrá de aportar en el transcurso de los siguientes años para el forjamiento de la vertiente más abiertamente vanguardista de la experimentación progresiva francesa.

César Mendoza

Creada en 1997. ©José Manuel Iñesta. Alojada en el Depto. de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Alicante, España.

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