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LA LISTA DE CORREO HISPANO-PARLANTE SOBRE ROCK PROGRESIVO Y SINFÓNICO 
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 BONDAGE FRUIT: “Récit” (1997)

Temas

  1. Odd-job
  2. Kagee ga Kieru
  3. Shortwave from Outer Space
  4. Frost and Fire
  5. Récit
  6. Kinzoku no Taiji (live)

Integrantes

  • Kido Natsuki: guitarra, órgano, sintetizador
  • Okabe Youichi: batería, percusión, efectos electrónicos
  • Ohtsubo Hirohiko: bajo
  • Takara Kumiko: vibráfono, percusión
  • Katsui Yuji: violín, canto, sampleos

“Récit” es el tercer disco del ensamble experimental Bondage Fruit, receptor de la herencia progresiva más vanguardista a través de un reciclaje peculiar; también es el primero sin integrantes a cargo del departamento vocal. El guitarrista-teclista Kido Natsuki sigue al frente aportando las composiciones del repertorio, el mismo que el ensamble concretiza con nervio, pulso e inventivas interacciones. “Récit” es un catálogo poderoso de ideas diversas engalanadas por la constante aureola improvisacional que el grupo maneja con pulcro oficio.

El tema de inicio ‘Odd-job’ comienza con un ejercicio tremendamente absorbente de rock psicodélico muscular, teñido con una combinación de colores densamente crimsonianos con otros de tonalidad hendrixiana-zeppeliniana. Luego llega una sección intermedia más contenida, en la que la guitarra se mueve en un escenario espartano son ornamentadas con toques concisos de vibráfono y retazos de violín (aparte de efectos vocales) mientras la dupla rítmica se concentra en proporcionar una cadencia jazzera al asunto. De una manera u otra, siempre asoman aires crimsonianos en la guitarra, especialmente mientras nos acercamos al octavo minuto, que es cuando la sección intermedia concluye y pasamos a un excelso clímax construido al modo de un post-punk exótico (algo que no hubiese estorbado para nada en un disco de Hoyrÿ-Konë) hasta llegar a un minúsculo reprise del motivo inicial. ‘Kagee ka Hieru’ baja notoriamente los decibeles para articular un ambiente lánguido basado en un esqueleto recurrente de vibráfono, sobre el cual se suceden las pinceladas de guitarra y violín, aparte de golpes minimalistas de percusiones acústicas y programadas. Ahora la cosa pasa a sonar como una confluencia entre Phillip Glass y el GYBE! de los momentos más etéreos. La guitarra exhibe unos fraseos conmovedores que constantemente parecen evocar una nostalgia muchas veces callada: aunque se hace esperar bastante, la batería finalmente entra en acción por un breve momento, sacando de sí una base métrica que hasta entonces se hacía presente en la ausencia. ‘Shortwave from Outer Space’ dura menos de 3 minutos, y consiste básicamente en una teatralización de película de ciencia ficción, con monólogos y efectos electrónicos: la aparición de bizarras explosiones percusivas en los últimos ¾ de minuto sirven como preludio para la siguiente pieza ‘Frost and Fire’. Este tema vuelve a la cadencia patentemente incendiaria del tema de entrada, incluso diría yo con una dosis mayor de frenesí. La guitarra de Natsuki y la batería de Youichi funcionan como las columnas dentro de la cuales el grupo lleva a cabo su perpetuo orgasmo sonoro sobre un trepidante compás. Al llegar al minuto 6 el ambiente se torna un poco más “industrial”, por así decirlo, al modo del krautrock pulsacional de Can y Neu! – los vuelos de la guitarra y el violín son mortíferos, cuales tormentas neuróticas que se abaten sobre las percusiones tribales. Esta inquietud apabullante vuelve a fojas cero en los dos últimos minutos, cuando se retoma el jam inicial. Aturdimiento instantáneo e impíamente visceral: esto es lo que nos ofrece ‘Frost and Fire’, una de las gemas absolutas del disco.

La pieza homónima es la más extensa, con sus más de 28 minutos de duración. Su filo es fielmente semejante al de los temas 1 y 4, aunque esta vez el nervio apabullante se despliega sobre una cadencia más tirada hacia el jazz-rock experimental: la impresión calculada de que la sección rítmica va por su lado y el resto va por el suyo es un recurso típico (y uno de los más exigentes) del free jazz. La inclusión de trucos orquestales a lo Zappa en el transcurso del jam sirve par crear un aura de variedad e introducirla de manera fluida. En fin, hay que escuchar la base percusiva de Youichi y Kumiko para entender el significado esencial de la palabra “combustible” - !qué bárbaro! Se apoderan del protagonismo, y en verdad, más que una base, conforman el centro neurálgico de la pieza: como si los sonidos deconstructivos provistos por la guitarra, el bajo y el violín estuvieran, en realidad, a cargo de ornamentar un solo de tambores duales. Como nada dura para siempre, en el arribo del décimo tercer minuto el jam se interrumpe para dar paso a la caída de gotas de rocío dibujadas por el vibráfono. Ahora hemos pasado de un estado de infatigable demencia a otro de introspección en el lado más misterioso del yo: las pinceladas aleatorias de violín y guitarra flotan creando una tensión delicada frente a los majestuosos sonidos del vibráfono, una tensión que finalmente se resuelve en un conflicto caótico tan impenetrable como implacable. El ambiente belicoso creado en este punto sirve como preludio para la retoma del compás sostenidamente frenético que había sido abandonado anteriormente, aunque esta vez con una metralla más numerosa. Las vibraciones finales son todo un homenaje al ‘Larks’ Tongues in Aspic Part II’. En fin, el disco concluye con una versión en vivo de un tema del primer disco, ahora sin intervención vocal. Este cierre sigue muy cercanamente la línea tormentosa del material de estudio, y por ello constituye un broche totalmente coherente para este disco no apto para cardíacos. Bondage Fruit es un punto de referencia infaltable para quienes aman la mezcla de vanguardia y potencia arrolladora.

César Mendoza

Creada en 1997. ©José Manuel Iñesta. Alojada en el Depto. de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Alicante, España.

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